El Santo Padre explicó que inicia de este modo un nuevo año litúrgico en el que Jesucristo nos guía en la historia hacia el cumplimiento de su Reino. Y agregó que esto nos hace experimentar un sentimiento profundo del sentido de la historia, pues redescubrimos la belleza de estar todos en camino: la Iglesia, con su vocación y misión, y la humanidad entera, los pueblos, las civilizaciones, las culturas, todos en camino a través de los senderos del tiempo.
El Papa explicó que se trata de una peregrinación universal hacia una meta común, que en el Antiguo Testamento es Jerusalén, donde surge el templo del Señor, porque desde allí ha venido la revelación del rostro de Dios y de su ley. Y así como en la vida de cada uno de nosotros siempre hay necesidad de volver a partir, de volver a levantarse, de volver a encontrar el sentido de la meta de la propia existencia, de la misma manera para la gran familia humana es necesario renovar siempre el horizonte común hacia el cual estamos encaminados. ¡El horizonte de la esperanza! El Adviento nos devuelve el horizonte de la esperanza, esperanza que no decepciona pues está fundada en la Palabra de Dios.
Antes de rezar a la Madre de Dios el Pontífice recordó que el modelo de este modo de ser y de caminar en la vida, es la Virgen María. ¡Una sencilla muchacha de un pueblo, que lleva en su corazón toda la esperanza de Dios!
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